Eulalio
López “El Zotoluco” (Rosa y oro), silencio, silencio y silencio en el de
regalo.
Sebastián
Castella (Azul noche y oro), silencio y silencio.
Diego
Silveti (Sangre de toro y oro), oreja y palmas.
Plaza
con poco más de media entrada.
Silencio para Zotoluco y Castella
Aguascalientes,
Ags.( Tauro Media).- Con poco más de media entrada en los tendidos de la
Monumental se lidió un encierro de Teófilo Gómez que dejó mucho que desear por
su nula bravura y deslucimiento, misma situación con el sobrero que regaló
Eulalio López. A pesar de todo el matador Diego Silveti logró cortar la única
oreja del festejo al primero de su lote, en tanto “El Zotoluco” y Castella se
fueron en vacío y con silencio en su actuación.
El
primer espada, Eulalio López “El Zotoluco” puso de sí desde un inicio lanceando
a la verónica, con la muleta derramó voluntad y entrega, arrebatando muletazos
a un astado deslucido que no iba, se arrimó para encelar y lo único que recibió
fue una maroma que le rompió el punto de la taleguilla, si mayores
consecuencias, mató al segundo viaje con estocada defectuosa y se fue en
silencio.
Con
el segundo de su lote las cosas no fueron mejores, pues el toro se rajó desde
inició y aunque obtuvo muletazos aislados nada se podía hacer, entonces anunció
un séptimo, pasaportó al cuarto viaje y también fue silenciado. Con el de
regalo de la dehesa de Montecristo padeció del mismo mal con el burel que
manifestó debilidad, doblaba las manos y cuando no, se quedaba parado, aun así
arrancó algunos derechazos, tres pinchazos y una estocada caída rubricaron la faena
y se retiró de nueva cuenta entre el silencio de los presentes.
Por
su parte Sebastián Castella en su primer paseíllo en la feria 2013, lanceó bien
al segundo de la tarde, mismo que tras varas se paró y solamente espiaba al
torero que intentó y si bien sacó muletazos poco sirvieron para el lucimiento,
mató con media trasera y tendida siendo silenciado.
El
quinto de la tarde fue débil y sin emotividad, pero el galo intentó sacar
partido de la poca potabilidad del astado, al que arrancó pases de gran mérito
y exprimió lo poco que tenía, con el acero se le fue la mano atrás y abajo, de
nuevo tuvo como resultado silencio.
El
tercer espada, Diego Silveti, se encontró con el más potable de la tarde al que
lanceó bien con capa y corrió la mano con la diestra, dando muletazos bajos y
templados que calaron en los presentes en el coso hidrocálido, fue desarmado en
dos oportunidades y para el final del trasteo se pasó cerca de la humanidad al
burel con bernadinas, medio espadazo y un descabello fueron la dosis para hacer
doblar al toro y seguido la inminente petición de la oreja que fue concedida
por el juez de plaza.
Con
el sexto topó con un animal que manseaba
y no transmitía un ápice, aún así logró extraer derechazos de mérito y mostró
su voluntad eterna de triunfo, mismo que no consiguió, mató con estocada trasera y escucho leves
palmas desde el tendido.
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